Crónica
Un viaje inesperado a Barranquilla
Llegué a Barranquilla a las 9:46am, con la emoción de descubrir una ciudad que siempre había oído nombrar. Mi nombre es Camila, y soy de Sabanalarga. Me hospedé en un pequeño hotel en el barrio de El Prado, con vistas al río Magdalena. La primera impresión que tuve de la ciudad fue la calidez de su gente y el ritmo contagioso de la música que salía de las ventanas de las casas.
A las 11:15 am, me desperté y me dirigí al mercado de San Roque, donde me sumergí en un mundo de colores y sabores. Compré frutas frescas y artesanías locales, y me senté en una pequeña cafetería a disfrutar de un café y a observar la vida cotidiana de los barranquilleros.
Mientras disfrutaba de mi café, conocí a una joven llamada Valery, quien se ofreció a mostrarme los lugares más emblemáticos de la ciudad. Juntos visitamos el estadio Metropolitano Roberto Meléndez a las 2:30 pm, donde me contó historias de los grandes partidos de fútbol que se habían jugado allí. También visitamos el Museo Romántico a las 4:45 pm, donde me maravillé con las obras de arte y la arquitectura colonial.
Por la noche, Valery y yo nos dirigimos al barrio de Rebolo a las 8:15 pm, donde se escuchaba la música vallenata. Bailamos y cantamos hasta altas horas de la noche, rodeados de personas que disfrutaban de la música y la compañía. A las 12:30 am, decidimos tomar un taxi y regresar al hotel, agotados pero felices.
Al día siguiente, me despedí de Valery a las 9:00 am y me dirigí al Malecón, donde disfruté de la vista del río Magdalena y reflexioné sobre mi experiencia en Barranquilla. Me di cuenta de que la ciudad no solo era un lugar de paso, sino un lugar donde la gente se reúne, se divierte y vive. A las 5:30 pm, decidí regresar a Sabanalarga, con el corazón lleno de recuerdos y experiencias nuevas.
Me encantó este viaje a Barranquilla ya que visite y explore lugares nuevos y muy bonitos.
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